El precipicio imaginario
[…] Tenía una cabeza cuadrada, algo alargada desde las sienes, como si se le escurriese allí donde estaba colocado el cerebro. El color de piel de su cara era similar al de las manos, algo amarillento, quizá producto de la luz artificial. El pelo, bastante largo, le cubría el cuello y raleaba sobre la frente. En ocasiones, al hacer un gesto de cabeza, se le desprendían unos mechones débiles sobre los ojos y los volvía a colocar en su lugar de un modo inconsciente. Sus ojos ―Teresa tuvo que tener cuidado para que él no se sintiera observado, especialmente en … Continúa leyendo El precipicio imaginario