Lo que sujeta sus muñecas entre sí y al cabecero de la cama, floreado de forja, es una de las mejores corbatas de seda que hace un rato pendían de la parte interior de la puerta del armario ropero. No la ha visto, en la semipenumbra de la habitación no ha sabido cuál cogía, no era una cuestión de escoger, simplemente tirar de una. No le hace daño ni molesta más bien parece una suavisima pulsera. Suave, fresca y larga, garganta abajo, donde curiosea  su peso liviano, y en la postura con los brazos ligeramente alzados le cruza el pecho, … Continúa leyendo