
Eros, Dios primordial
Alice se acuclilla, cruza los brazos sobre la cabeza e inspira profunda y lentamente repetidas veces. Se yergue con brusquedad y alcanza como sonámbula el arado, junto al portón, cuando escucha la voz ronca, acolchada con el ruego, a su espalda: –No te vayas. Retrocede los pasos hasta el tablero de trabajo, junto al que Germán ha vuelto a sentarse, ocupando de nuevo la silla de madera. Se acomoda en el respaldo. Permanecen unos instantes en silencio, en el que se puede escuchar la lluvia golpear contra el tejado, el ventanuco y las tapias, fuera. Parecen dos figuras atrapadas en … Continúa leyendo Eros, Dios primordial