Fin del libro… Hace unos días finalicé de leer este regalo, Una mujer de nada, hecho libro, hecho historia.
Para mí ha sido un auténtico placer poder pasear por él, vivir y sentir con cada letra, palabra, frase y personaje.
‘Me ha ayudado a recordar situaciones no tan distintas de las que se reflejan en la historia, que he vivido, que han contribuido a ser como soy, como quiero ser, como conseguiré ser…’
Los olores fue el primer impacto que sentí al abrir el libro, el olor cuando me abrazaba mi abuelo, recién llegado del corral o del campo, el olor a tomillo, mezclado con la tierra, las esparragueras, a las flores silvestres, el olor de las mujeres renovadas con jabón… Así huele ahora mi abuela, antes seguramente olía a resignación, la de tener que alimentar a cuatro hijos.
El personaje de Antonio… Podría haberme enamorado de él, del gigante… Un hombre bueno, tan solo… Cómo quería a su hija María, el personaje principal, a Raquel, a sus nietos… Esa escena de la cebolla, que me impactó.
A algunos todas les parecemos Nacarinas, el personaje femenino despreciado en la novela. ¡Vivan las Nacarinas!
Ay, María… Cuántas escenas que protagoniza ese personaje me recuerdan a mi misma… ¿De dónde sacaría esa mujer la fuerza? Cuánto por aprender de mujeres cómo ella…
‘Esta novela tiene una gran profundidad, a la vez que es muy sencilla de leer’.
Llevo puestos a los personajes de Una mujer de nada. Forman ya parte de mi estela.
Laura. Profesora de Educación Primaria. Granada. Marzo 2020.