Un lector vasco sobre En sus tibias manos

Hola Leonor, ayer mismo fue que acabé tu novela y primero felicitarte por esta En sus tibias manosbella obra.

Desde el primer momento me enganchó Isa con su narración y me gustó su mirada nueva, limpia e imparcial; de qué manera tan simple y a la vez precisa cuenta en detalle las cosas aparentemente banales.

Se refleja muy bien cómo una niña saca jugo de lo más sencillo; cómo existe también la maravilla en un mundo de escasez.

Me he metido en la atmosfera del libro como si hubiera estado yo también allá.

Por una parte me ha gustado la ausencia de dramatismo; cómo has hecho penetrar el peligro y la maldad sutilmente sin hacer hincapié en ello; hubiera deseado -permíteme el atrevimiento-, salir del punto de vista de la niña y describir con más intensidad el conjunto de la narración desde ese lado más tenebroso.

Al contrario de la opinión de muchos a los que les cuesta concebir lo que narra la cura niñonovela, yo me creo la historia y a través de tu escrito tengo certeza de que así fue; aunque desde la visión de los autóctonos choca que un cura vasco pudiera hacer lo de la lija en la peseta.

Creíamos que el clero vasco era gente del pueblo que ayudaba al pueblo, más limpios de alma que los que servían ciegamente a la iglesia nacional católica.

De cualquier forma, me gusta ese final abierto a aquella oscuridad vivida mediante el silencio de un Manel ya adulto.

Me ha gustado mucho esta novela, Leonor, y espero con impaciencia la siguiente.

Gorka

2 comentarios en “Un lector vasco sobre En sus tibias manos

  1. «En sus tibias manos» se deja leer con una sonrisa en la boca, de reconocimiento y agradecimiento a la autora que cuenta lo difícil y lo duro sin apabullar y «sin dramatismo», como dice Gorka, un lector de «los de aquí» en la novela, de aquellos a los que se quería parecer Isa, con los que quería comer y bailar pero que también le enseñaron la palabra «kampora» un día de verano y excursión familiar.

    La capacidad de Leonor para recrear ese tiempo pasado, que de tan diferente al de Proust se agradece que haya quedado enterrado para siempre jamás, es otra bondad de esta novela, y en esto sí que iguala por momentos al maestro de la magdalena. Y no exagero, porque hacer sentir al lector las sensaciones de sus protagonistas es maestría en ambos casos. Quizás el secreto esté en la descripción precisa de los detalles, como cuando recuerda al padre preparando la jeringa, o cuando hace teatro con la colcha de la cama. ¡Me encanta!

    Y, bueno, cuando se lee algo y se espera más es porque te gustó y, además, admiras a quien así escribe, siente y vive.

    Gracias, Leonor, y «ongi etorri»!

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