Mucha música y un poco de Literatura… en el domingo más inocente.
En la calle Ave María 32 del barrio de Lavapiés. Cantina cultural en Madrid. A las 20:00. Recital Diego Paqué
―Bueno, he cumplido con mi trabajo ―dijo, tras permanecer un rato
inclinada junto a él, acariciándole la espalda―; nuestra clienta estará satisfecha ―comentó como para sí, en un susurro―, y espero que tú también. Cada vez sigue siendo importante.
Se vestía ya la mujer cuando Julio deseó hacerle muchas preguntas.
Pero se sentía cansado, con un sueño plácido llamándole desde el otro lado de su mente, un lado oscuro y apetecible.
―Siento que te haya tocado acabar tan pronto; no tienes aspecto de enfermo. En otros casos no imaginas cómo puede llegar a ser de desagradable.
No…, nada se aprecia que anuncie tu realidad. Lo lamento, de veras.
Sin duda sabes cuánto debes agradecer que haya alguien que te ame tanto como para pagar los servicios de la empresa Amor en Tu Fin.
Acordes
Julio quiso abrir los ojos. Las siglas ATF. Ella acababa de dar significado
a las fatídicas siglas. Adama, su novia, le había hablado alguna vez de aquella
empresa que a él le había parecido absurda, irreal, de película siniestra, y no le había
hecho mucho caso: a Adama le gustaba fabular sobre los clientes del gimnasio,
abogados, médicos…, y sobre las cosas que le contaban ―estaba seguro de que solo
para impresionarla― así que le había prestado poca atención, como a otras tantas
cosas que ocurrían fuera de su vida y no le interesaban nada.
Quién eres tú… pronto
Quiso decir algo, pero sentía como si viajase y se estuviera alejando lentamente de
aquella habitación.
―Al fin y al cabo ―dijo la eficiente empleada de ATF con la mano en
el pomo de la puerta―, esto es mejor que morir entre tubos y
lamentos de otros pacientes, en un hospital.
Tu novia es una mujer inteligente y sabe que este modo de fin es
preferible, dada tu penosa enfermedad que desconozco por las
normas estrictas de la empresa, pero que sé irreversible,
como en todos los casos de los que nos encargamos.
No te preocupes ―continuó con una sonrisa que le costaba ver desde
su posición, tumbado inmóvil en la cama, mientras notaba que la
saliva le caía por la comisura de la boca y los labios ya no respondían a
su orden mental de plegarse sobre los dientes, para evitar la
emanación fluida―, cuando llegue al recibidor del hotel, ya habrá
acabado todo. El compuesto que te he dado es rápido e indoloro y,
además, mezclado con limón, no deja huella: somos buenos
profesionales ―aseguró la bella mujer con impoluta convicción―.
Y por una vez, hasta yo he disfrutado. Tienes un cuerpo espléndido.
Lástima. Ha sido un placer, de verdad, gracias ―sonrió desde el
umbral de la puerta y cerró con llave desde fuera.
En un último destello de clarividencia, sin sentir ya los miembros de su
cuerpo… Sano, Julio comprendió que Adama se había dado por
vencida.
… Pronto