¿Por qué viajas a Áfricas, qué esperas?
No espero nada. Encontré algo que superó mis expectativas.
¿Qué fue?
Fue una experiencia inolvidable porque viví un acontecimiento fuera del contexto normal, habitual y controlado cien por cien al que estamos acostumbramos. Allí nada estaba controlado.
¿Qué encuentras?
Íbamos en un 4X4 por un camino no transitable en otro tipo de vehículo, cuando llueva, pensaba, no quiero ni pensar, es Senegal y venimos de Guinea Bissau, solo por cruzar fronteras, por tener el sellito. Es un simbolismo generado a través de lecturas, cruzar fronteras no es sencillo, te puedes quedar sin dinero, sin pasaporte, te pueden pasar cosas. En esa frontera no pasó nada. La vuelta nos llevaría siete u ocho horas. Nos adelantó una ambulancia.
* Cuántos aparatos. Parece un refugio hecho de instrumentos, cables, sujeciones, sábanas inmaculadas, almohadillas, frascos llenos, botes abiertos… ni una minúscula porción de espacio parece vacía allí dentro, cada cosa ocupa un lugar preciso. Y todo se desliza, en movimiento. Una sirena exterior ¿qué alerta? Ni en este instante puede dejar de mirar. Ve lucecitas que parpadean, toallas, papel, envases, cajas, mientras cuenta mentalmente. Poco, le da para contar menos cada vez. Entre quemadura y quemadura del vientre.
¿Una ambulancia? ¿Cómo era?
Una furgoneta vieja, con una alarma que no sonaba mucho. Les dejamos pasar. A la hora nos la encontramos en panne, tirada.
¿Qué pensaste?
Lo primero que te pasa por la mente es que no sabes qué hacer. Después ¿ayudo? ¿Qué hacer? Entramos y preguntamos.
¿Entráis y preguntáis? ¿A quién?
Al conductor de la ambulancia. Iba con un padre y su hija, una mujer embarazada. Tenían que llegar a un pueblo, Kedugou, y no podían seguir.
¿Qué hacía el padre?
El padre lo único que hacía era abanicarla.
*En unos minutos la ambulancia ha llegado, los camilleros la han encontrado en posición fetal apretándose con los brazos. Todas las tardes de clases, inspirar, contar, expulsar lentamente, no le han servido para nada. Jorge ¿por qué has tenido que hacerme caso, por qué has tenido que irte?, ve a casa de mi madre, tráela, Jorge, ya sabía que habíamos acordado solos, juntos y solos en esto, pero quiero a mi madre Jorge, tráela, por favor, le suplica sobre la traición dolida en sus ojos, trae a mi madre, quiero que esté, conmigo.
¿Y la chica?
Se quejaba, pero muy bajito.
¿Cuántos erais vosotros, los europeos?
Dos amigos, mi compañera y yo. Tomamos la decisión de llevarles en nuestro 4X4. El chófer y su acompañante nos dicen que es una decisión nuestra, nosotros hemos pagado, nosotros decidimos.
¿Cómo era el hombre, cuántos años tendría su hija?
El hombre era mayor, la hija de unos veinticinco.
*La bolsa de tela suavemente coloreada, en el mueble de entrada, indica al enfermero que la sujeta por las axilas, la bolsa, por favor, con los baberitos y los pijamas primeros días que le han regalado las compañeras de trabajo, sabe que con aprehensión, con crítica velada porque pasa los cuarenta y ya ninguna creía, ninguna pensaba, lo ha sabido todo el tiempo que ha extendido las prendas diminutas sobre la cama para observarlas e intentar imaginar dentro de ellas las piernas, los brazos y el contorno de un bebé que ya nadie esperaba, ahora formado, nariz, pelo y uñitas dentro de su vientre. Han mirado con recelo su cuerpo, todo este tiempo, entre ordenadores, documentos, gestiones, productividad, cuenta de resultados, sala de reuniones y avanzando por los pasillos, ella que entra, sale, existe, su cuerpo que cambia y en su interior, algo crece.
¿De dónde venían?
No lo sabíamos.
¿Cuánto tiempo llevaban de viaje?.
No lo sabíamos.
¿Cuál era el problema de la mujer embarazada?
No lo sabíamos.
¿Qué hacía la mujer? ¿Va tumbada en una camilla en la ambulancia, cómo era el vehículo?
Sabemos que es una ambulancia porque lleva una cruz roja, nada más. Es una furgoneta.
¿Lleva material antiséptico, oxígeno, medidores de tensión?
Nada, una camilla sin sábanas ni nada y la mujer sentada, sin fuerzas.
*Ha ocurrido.
Tantas veces había dedicado esfuerzo y tiempo a evitarlo, que lo uno llevara a lo otro, el sexo con Jorge, los fluidos mezclados, que cuando llegó el momento, tenemos casa, está bonita, mira los muebles, nuevos y relucientes, trabajas, trabajamos en empresas estables, te quiero, me quieres, es la hora le dijo Jorge, ahora o nunca, tanto había pasado desde adolescente que cuando dio el paso había dejado de asociarlo, que se hacía así, que de la cópula sin química ni frenos técnicos, terapéuticos, nacería un niño. Estaría su hijo. Tantos años sin unir lo uno a lo otro, vida y cópula, que casi lo había olvidado.
¿Cómo hacéis el traslado entre vehículos?
Nuestro chófer había comprado sillas de bambú en otro pueblo para amueblarse la casa. Las llevaba encima, en el techo del auto. Uno de nosotros, el amigo, se subió al lado de las sillas envuelto en unas cuantas capas de lluvia contra los mosquitos, para hacer sitio a la mujer con el padre en el asiento del medio del jeep.
*Ahora lacera de nuevo un dolor como nunca antes jamás. Le habría gustado estar de pie, andar, danzar, pero no se lo permiten, dicen que así, tendida, podrán ver, actuar, manejarse.
¿Hablaban el padre y la hija?
Estaban asustados, en actitud de sumisión al hombre blanco. Parecían gente de campo, el padre nos hablaba con veneración, casi siempre para dar las gracias.
*Tiene miedo, no soy muy vieja, mucho miedo la en breve madre, madre, saldrá bien, no le haré daño, por haber esperado, estará bien, lo dicen, dicen los médicos que todo es correcto, a partir de hoy seré madre para siempre. Eso es lo que se espera, una vez que pase el momento del viaje al nacimiento, querrá que sea perpetua, la madre.
¿Cómo fue el trayecto?
Era difícil conducir de noche, íbamos a unos diez o quince Km., ella sufrió mucho. Las mujeres le daban masajes en la espalda desde la parte trasera donde iban y yo le abanicaba a la vez que el padre.
*Asustada, repasa, para calmar dolorosas oleadas, temores, llevo crema hidratante, lociones y colonia para la piel del bebé, toallitas perfumadas, unos patucos tejidos por la abuela, dice Jorge que hará calor y para qué, llevo la cartilla, los papeles del médico, los últimos informes y revisiones, llevo el libro que estaba leyendo y unas pinzas para el pelo, llevo mis zapatillas de casa, un camisón abierto para darle el pecho, llevo chupetes, biberón que ya sé en el hospital tienen, y el sello diminuto con la inicial grabada para que se lo ponga nada más nacer, ha pedido mi padre, la cajita con el sello de oro regalo del abuelo y unas gafas de lejos, chicles de menta, se me secará la boca…
Llegamos a una aldea, al dispensario. Hubo que ir en busca de la matrona, enorme, malhumorada, nos gritaba.
*pesa la bolsa y al entrar en el hospital el camillero se la lleva tras ella.
Nos dijo que sacáramos a la mujer y la pusiéramos en la camilla.
¿Cómo era el dispensario?
Había una camilla con las sujeciones metálicas para alzar los pies y nada más. Un paritorio sin sábanas, sin instrumental ni gasas a la vista. Colocamos a la mujer en la cama y la matrona nos echó, que nos fuéramos. Nos dijo que se quedaba a la esperaba de que viniera el médico.
*Al traspasar puertas cristaleras de acceso, plantas, ascensores que se abren y cierran a su paso, tiene la sensación de que la parte inferior de su cuerpo se desprenderá entera. La cogen entre dos, la trasladan de cama, así tumbada, pero mujer, el sujetador todavía puesto, piernas alzadas, introducen algo, aparecen dos cables, sí, de dos colores, rojo y azul, una cinta elástica en el abdomen y más cables unidos al monitor, oye un corazón ¿el suyo, el del que está a punto de nacer? Gomas que anudan sus venas, agujas que entran, extraen, introducen…
¿Os marchasteis entonces?
Si, nos fuimos.
¿A dónde?
A nuestras chozas de alojamiento.
¿Por qué tomáis la decisión de iros?
Creíamos que no teníamos nada más que hacer allí. Al estilo europeo: llega la policía y te vas, llega la ambulancia y ya se ocupan, llega el médico y no tienes nada que hacer allí ya. Te dicen que te vayas y te vas. Fuimos a tomar una cerveza, que por cierto allí se podía, el calor había sido tremendo durante todo el día y era uno de los pocos sitios donde había agua corriente para una ducha.
¿Y entonces, qué pasó?
Nada.
¿Ya está?
Por la mañana preguntamos a nuestro conductor, si sabía algo de la mujer.
*Neblina, Jorge ¿no está? Caras ante ella, en esa postura las ve entre sus piernas, empuja, empuja, cómo, casi no puede, no siente nada, bruma, un pececito cubierto por tela, verde hospital, parpadeo lento,
Si, sé algo que no os va a gustar. Se han muerto. Los dos.
¿Los dos?
La madre y el niño.
*… felicidades, por quién se alegran, apartar la tela, es mío, ha estado dentro, en mi envoltorio, en mi cuerpo. Es mi hijo. Ha nacido.
En Europa.
¿El médico llegó tarde?
No sabemos si llegó el médico.
¿Por qué murieron, lo supisteis?
No, no lo supimos.
¿Y el padre de la mujer, hablasteis con él?
Se había ido, nos dijeron.
¿La hija y el nieto mueren y el hombre se marcha?
Pues no lo sé. Preguntamos y que se había ido, no estaba.
¿Qué pasó con los cadáveres?
No lo supimos.
¿Cómo se llamaba la chica?
No preguntamos.
Ni el padre.
No, no se nos ocurrió preguntar los nombres, no nos parecía lo importante.
¿Qué era lo importante?
Sentirnos útiles, valorar que estuvimos en ese instante allí, que pudimos ayudar. Nos sentimos partícipes. Formábamos parte de esa historia.
Nacer. O no. En África