Querida Yun:
La noche fue un regalo y nos dejó el dulce sabor del postre después de toda la elaboración que requiere una gran comida. Hemos trabajado mucho este verano y vinieron grupos distintos de la ciudad a ver el espectáculo. No presumo si te digo que los quince que lo componíamos conseguimos emocionar, siguiendo la ruta que trazaba el director, atento a cada detalle, capaz de solucionar lo pequeño y tener un visión de conjunto que sin temor a negaciones ni dejarse vencer por el tiempo de la isla, que amaneció iracundo y chorreando empapándolo todo al principio de semana, llevó adelante.
Una puesta en escena en un lugar tan bello, un bastión defensivo de hace trescientos años, que el director negoció, adaptó y organizó en tan solo quince días, con técnico de sonido de confianza que hizo venir desde fuera incluido.
Muy contenta cuando al día siguiente los responsable políticos que apuestan por la actuación y ceden el lugar público ya que no disponen de más, felicitan a nuestro director por la buena crítica de la prensa.
Es la vitamina que anima a empeñarse en componer, la apuesta romántica por la música, donde como cualquier otra dedicación creativa, parece hoy más que necesidad y riqueza humana, dispendio. el Arte no empuja bolsas.
Como te conté, salí a actuar también. Quizá fue hacer de mí misma hace varios años, en el papel de una mujer madre de familia de vacaciones, cuando presencié una escena que me marcó en un lago de Italia. Escribí entonces en mi diario unas cuantas impresiones y esta primavera, pensando en la actriz de la isla que años antes me había hecho tan feliz, escribí un texto que hemos representado.
Es emocionante ponerse ante el público a un metro de ti, sus cabezas difusas en la penumbra de la extensión fortificada hasta el muro sobre la bocana del mar. Les preguntas, interpelas, con tu voz, les contagias, quieres llevarles a un lugar, a una emoción, a una pregunta vital, quieres compartir tu duda, y así, quizá, entre todos, obtener un puñado de respuestas.
Apasionante, ya digo. Y al terminar el espectáculo un hombre guapo de pelo blanco en ondas, junto a su señora muy guapa también, se acercó entre todos los que venían a saludarnos y me dijo algo en el idioma del lugar. Percibo lo general, aunque no lo entiendo bien y al comprenderlo continúa en castellano: le había gustado mucho todo, pero en especial la escena que hago con la otra actriz -¡dice!- de la isla, a la que ya conocía.
Se trata de un texto nada fácil, que habla de gigolós, sexos, de mujeres convencionales fascinadas por las otras, las rompedoras. Y que un tipo así, de apariencia tan cuidada, piel morena tendida en días de playa que emerge de ropa entre deportiva y paseo de tarde, imagen del buen vivir isleño, del dejarse ir sin preguntas, los otros no soy yo me confundí y creí que pudiera pensar, cuando le percibo en primera fila y ahora caigo, la otra actriz habla y él se vuelve y me mira mientras sigo callada atenta a la compañera que me da la réplica y pienso entonces -todo esto cabe en un instante de cerebro qué maravilla, que murmura en una capa debajo del texto que he de seguir en la interpretación y que he memorizado durante los últimos días-, este tipo que vuelve su mirada qué estará pensando, prejuicios que se vinieron abajo cuando al terminar, aplausos, luces, felicitaciones, abrazos, se acerca y dice gracias, muy especial, me ha gustado… qué éxito. De los textos que dicen cosas y de los espectáculos que hacen pensar, gemir, reír y también llorar. Porque sobre todo empujan a la vida.
Tú y yo lo sabemos, querida Yun, eso de la vida: se pasa.
Si llegas la primera a la casa del norte, aguarda. Ponla bonita, ¿quieres?, una flor en el jarrón, que no nos falte leña para la chimenea, el paquete de libros que seleccionamos paseando las librerías para el otoño. Yo llegaré, no sé ahora cuando, pero aguarda, seguro que no tardo. Entonces te contaré en detalle, Yun querida, amiga mía… cuánto te echo de menos.
Te contaré de Juan y Carolina, pintores que viven dentro de un paisaje de mar, cuando me dicen que con emocionar a una persona, a una sola, ya merece la pena crear.
Así que, como te digo y te sigo escribiendo, que me da pena marcharme ya y aún tengo un rato, al terminar el espectáculo celebramos en las dependencias del edificio público, cocas grandes de sobrasada, de espinacas con piñones, de hojaldre y crema, con cuidadito de no manchar ni estropear las carpetas de quienes por la mañana trabajan allí, concediendo licencias, gestionando impuestos y esas cosas del engranaje social, y que por una noche se vieron cubiertas sillas y mesas de trabajo con ropas, fulares, camisas, pañuelos, pamelas y mantones, zapatos de fiesta y botas de tacón, partituras, afinadores, instrumentos variados, personajes de toda la geografía, el menorquín, el vasco, el andaluz, el guitarrista suizo de paso que se suma, la regidora de trece qué eficacia, todos los adultos recurriendo a su ordenada escaleta, la rapsoda que da lecciones de vida con una sola mirada, que hace gemir relatando episodios de lo que hasta ayer nuestros códigos mandaban, la delicadeza del flautista que ensaya solo por los pasillos oscuros junto a figuras de cera que recrean el XVII en el lugar, qué pensarían con sus mantillos, sus zuecos, sus sombreros y ropajes pesados hasta el suelo, de ver a estos locos maquillándose, cambios de atuendo que dejan ombligos y nalgas al aire, tocando melodías, y la estancia densa de terciopelos granates, la sala de los ilustres, a donde con sigilo me deslizo, les miro, sus retratos alineados en las paredes de piedra, y les relato a voz en prueba mi encuentro en aquél lago italiano, que como ellos en sus cuadros pintados del pasado me empujan a lo mismo, a un vive, gigante, superlativo, aldabón, vive.
Ahora, el viento de la isla inclina la higuera, hace danzar las hojas del pino y vuela el mantel de la mesa en la porchadita desde donde te escribo, Yun. El viento alisa mi corazón de penas, deja como tendidas en la arena sombrías dudas, temores y angustias, el viento pasa raudo sobre mi cabeza, agita mi rebeca y dice, me invita ¿vienes, te vienes de travesía?
Que tengas buen viaje de vuelta, querida Yun. Iré pronto, ya lo verás. Otra vez estaremos en casa y la caldearemos de nuevo con nuestras historias.
Espero, si hay otra ocasión, no perderme tanta maravilla. Un beso.
Gracias Leonor por definirme como «un hombre guapo de pelo blanco en ondas», jajaja. Por cierto de «piel morena tendida en días de playa» para nada… la piel morena debe ser del sol que me pilla de improviso mientras paseo mi perra o hago arreglos en el jardín. Que la playa no la visito. Cierto, podría ser uno de los que «se dejan ir sin preguntas», pero, lamentablemente, preguntas muchas y respuestas pocas. Un abrazo y gracias, muchas gracias por el magnífico espectáculo del pasado jueves.
¡Fantástica LEONOR! Cómo me hubiera gustado estar.
Quiero mas detalles…
Besos
Y yo tan pequeño aún,ante tanta y maganánima belleza.
Todo eso es tan cierto,vivido y disfrutado…pero aún,leerlo es redigerir el manjar placentero que ofreces.
Alimento de vida.