La indolencia del venargo

Querida Yun:
Por primera vez en mucho tiempo, quizá por primera vez en mi vida, tengo ante mí una sensación de días sin que nadie me espere ni espere que aparezca en realidad.                                                               Fotografía Zuhaitz SilvaDSC_0017+vintage

No mi madre querida, que ya no está más que en mi imaginación, preparando camas con sábanas limpias, ideando distribución de espacios y cuartos para los que vamos a ir acudiendo a su eterno reclamo no verbalizado, menús de los próximos días, solicitando de mi padre su labor de conductor hacia algún mercado donde aprovisionarse para la llegada de todos nosotros, mi padre, que ya no remolonea ante el reclamo de la mujer, en su garaje reparando o limpiando piezas y cosas inverosímiles, entretenido horas y horas de cada día en el vehículo que necesita ser puesto a punto y le aparta de más solicitudes femeninas y molestas, que él está a sus cosas, lo que tienen que hacer es que cada cual que se ocupe de las suyas.

No mis hijos que vuelan a su turno vacacional compartido con el padre.

No mis amigos desperdigados por calas y pueblecitos del país, alguno que hace turismo en Europa o América.

El barrio, sin parecer tan quieto aún como en un par de semanas que quedará adormilado, con las calles grises a la vista vacías de rodantes chapas de ardientes colores, comienza a mostrar la indolencia del venargo: letargo de verano.

Puedo despertarme, después de millares de siglos de historia de mi vida de férreos horarios, cuando la mente decida, caminar al ritmo que me apetezca sin cálculos de entradas escolares, desayunar una o dos veces, mirar los titulares del periódico por encima y leerlo en tandas aplazadas…

Me las he compuesto para que no haya nadie en la espera, alguna cita para un par de exposiciones refrescantes de aire acondicionado urbano, con la dúctil consistencia que permite sean aplazadas con tan solo decir al final me he liado, nada serio, imperdonable, irrenunciable, nada demasiado decepcionante o perturbador para el compañero de visita…

Menús a libre petición de mi único estómago, al que pregunto en el instante de ir a ser saciado por su apetencia, tantos años juntos significa conocerle para tener disponible algo cercano a su interés.

Cine en hermosa pantalla de casa con hacia adelante desde x2 hasta x20 para pasar los títulos y lo mismo hacia detrás, que he ido a por agua a la nevera.

Paseos con la fresca a reponer fruslerías de la casa y a que dé su paseo mi animal.

Libros, por toda la casa, a todas horas, el que intento y los de otros, algunos ante los que me inclino, al pasar, o repasar emocionada sus frases sujetas entre mis dedos tendida indolente en los almohadones y cojines de lectura, libros que charlan en silencio sin parar.

Mi silencio recién nacido, apenas balbuceante, en el que me adentro y en cuya melodía densa me pregunto ¿me volverá loca, querida Yun?

Y brota sola otra pregunta 

¿Y si lo verdaderamente grave ya hubiera pasado? Los días en que acudíamos a casa de la madre, hermanos, cuñados, novias, hijos, sobrinos, tíos, primos, abuelas, amigos que también cabían… para las charlas de las primeras horas de la mañana en la cocina, el baño comunal en la piscina, la salida a tapear, las mesas largas añadidas un par de supletorias para comer todos a una, las viandas preparadas con esmero para tomar bajo el pinar junto a la playa de dunas, la partida de cartas tras la siesta, nuevo baño y visita al furgón de los helados… todo eso que ya no está y te hace preguntarte ¿Y si lo verdaderamente grave, todo lo que ya no regresa, ya hubiera pasado en tu vida? Y si se hubiera esfumado esa imperfecta, terrible, demoledora, salvadora, inevitable, insufrible, determinante cosa que es… la familia?

5 comentarios en “La indolencia del venargo

  1. Al parecer nada es por casualidad, como no debe de serlo que en este momento de la lectura del relato me encuentre en la ruta, a la altura de Crevillente-Catral (4:38am) tampoco es casual el hecho de tener que aceptar que en las familias al igual que en las estructuras, cuando el pilar principal cae todo lo demás se desmorona..

  2. Y digo yo, como puede ser que «lo verdaderamente grave» ya haya pasado en la vida cuando quien escribe a Yun declara que su»silencio es recién nacido»… Significa entonces que tu silencio no es nada nuevo?.
    Vivo en etapas, me muevo en etapas… es lo que he aprendido…

    Me ha gustado mucho este relato, de los mejores que he leido en este blog,
    Tengo una curiosidad… ¿Quien será esa Yun? parece que llega para quedarse…

    Y mis felicitaciones por la fotografía.

  3. No se esfuma, querida Leonor… es solo que quizá por fin alcanzamos la emancipación o independencia. Por cierto, mis felicitaciones a Zuhaitz.

  4. Sorprendente final…
    Yo, en mi recién estrenada «madurez», no puedo ni imaginarme un escenario así…
    ¿Será entonces que aún estoy creciendo, que mi pretendida independencia es solo un espejismo…?
    Tus texos siempre me hacen reflexionar… Gracias 🙂

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