Julio se giró al otro lado de la cama, buscando la frescura de las sábanas, cuando sonó el teléfono. «Adama ya se ha enterado de que no he acudido a la cita», pensó mientras levantaba el auricular y se preparaba para los reproches.
―¿Julio Izquierdo, por favor? ―preguntó una voz femenina, aniñada, que no era la de Adama.
―Sí, soy yo ―respondió, algo sorprendido al tener que cambiar bruscamente su esquema mental ante un interlocutor desconocido.
―Soy Gloria, de la empresa ATF ―. Y se quedó callada como si con lo dicho estuviese todo explicado.
―¿Y? ―preguntó.
―Dentro de menos de una hora… uummm ―pausa―, cincuenta y cinco minutos, estaré en su casa, si no hay inconveniente. Por favor, prepárese de modo adecuado, haga que su cuerpo presente un perfecto aseo.
―¿Cómo dice? ―logró articular sin llegar a descifrar nada de lo que la voz femenina le había dicho, como si le hubiese hablado en otro idioma.
―Cincuenta y cuatro minutos, de la empresa ATF, y ya sabe: por favor, estrictas medidas de higiene; es mejor para usted y para nosotros.
El pitido intermitente del teléfono colgado al otro extremo le resonó durante un tiempo en el oído.
Pensó que se habían confundido, pero luego recordó que le había dado su nombre…: «Bueno, estaba en la guía, seguro le había llamado alguna chiflada o algún amigo le había gastado una broma». Empresa ATF, recordaba haber oído el nombre en algún sitio o haberlo leído en alguna parte, pero no lograba asociarlo con nada concreto.
Se levantó movido por la curiosidad y miró el listín telefónico, pero no aparecía empresa alguna con aquel nombre. Estuvo tentado de llamar a Adama para contarle la extraña llamada, pero luego recordó que debería darle explicaciones sobre el plantón a su cita laboral y desistió. Ya llegaría la tarde.
Descalzo como estaba, en calzoncillos y con el listín en la mano, dejó la vista caer sobre las uñas de los dedos de sus pies: se las había recortado justo ayer, se veían blancas y perfectas sobre los dedos sonrosados.
Se rio de sí mismo por estar haciendo caso a las consignas de la llamada de una loca. El espejo a un lado de la puerta de la habitación le devolvió su imagen, el cuerpo atlético mantenido inexplicablemente en sus largas horas de meditación entre las sábanas. Se había burlado muchas veces de Adama, que tenía que hacer sacrificios para mantener sus formas de sílfide, mientras a él los músculos le tenían un respeto tal que luchaban solitos para que la grasa no los envolviese. Se apartó el pelo revuelto de los ojos y se hizo una burla, disparando a su ombligo en el centro del espejo con el dedo índice de la mano derecha. Volvió a acostarse.
Estaba medio dormido cuando una mano fresca y suave, con dedos de yemas carnosas, se paseó por su espina dorsal.
Del relato Culminación de un proyecto
jajaja, y qué pasó luego? Quiero saber.
🙂 encantada de haber provocado tu curiosidad, javtt11… te envío el relato completo a tu correo electrónico.
Ya me dirás qué te parece lo que ocurrió. Un abrazo
Órale, y por qué no lo posteas completo? Tienes mi correo? Quiero saber qué pasa con la persona de la empresa, como a qué va.