¿Pertenece acaso el ocaso a un rey?
Y si así fuera, como el agua, el momento en que fluyen las palabras ¿pertenecen quizá, en ese instante, a un Dios?
¿Da derecho, tal vez, al creador, que determine las costumbres de los pueblos, de su gente, si a todos nos calienta y reúne por igual el calor de una lumbre?
¿Acaso, en el ocaso, diferentes rasgos se interfieren en el amor? ¿Entre los hermanos, sean negros o blancos?
La causa, casual, me lleva a ti. Una alegría divina de vivir acerca mi alma a tu sombra, descubre mi piel e ilumina tu alcoba entre sonantas y manos que cueros tocan.
En un árbol, bajo una piedra, África tiembla, tumba corpórea mi senda, pego mi oído a la hierba para oír unos ancestros de sangre igual.
Rojo por dentro
Roja la tierra
Roja mi idea y de negra esencia tu aldea.
¿Acaso no duerme la nana los ojos de mi niño y cantado en ronga, hebreo o cristiano, la llevo a tu casa, a la nana, la mece, y se duerme por igual, la criatura que tu amas?
Se mece la mano
Se llora al daño y se alivia el ayuno con un puñado de grano.
Me saca la lengua tu bemba y el deseo
Me bailan los pechos a tu pellejo y al cuero
Blanca mi esencia, blanca una flor, blanca la sonrisa de negra voz.
¿A caso, no sabes tú, llegando el pájaro de un viaje cansado, encuentre año tras año, el mismo rincón, el mismo árbol, la misma piedra y la misma bemba?
¿El niño en hombre?
¿La sonrisa entera?
Y se alegra
Y vuela por saber sana la madre tierra.
África negra
Roja de sangre
Blanca de dientes
Que aprieta constante la música nacida entre la miseria del hambre.
A mi amigo Childo y a su familia, negros de África.
Diego Paqué Gracias.