Puedo vivir…

… Sin que escuches mis lamentos, mis pequeños dramas, obsesiones que me volvían torpe mientras las contaba, vergonzosa de tanta intimidad no recíproca. Hay más a quienes contarles, quienes me envolverán con su escucha.

Sentarme a una buena mesa frente a otros rostros es algo tan repetido que rara vez me produce gran placer. En esas ocasiones tienes quien te sustituya, aunque no el temblor bajo el mantel. Cumpliendo la costumbre, no sabía saborear los entremeses, me cansaba de masticar la carne, bebía mucho vino y me quedaba prendida de tus labios, húmedos del mismo alcohol.

Queda borrado que, como humano, tan frecuente, no aceptes la crítica por la que se llega al desencanto en las personas que necesitan ser acariciadas por seda en las frases, frases terciopelo, frases algodón de mata, para sobrevivir.

O al menos para gustar vivir en compañía de quienes pronuncian palabras cristal en mañana de invierno, palabras hielo en la leche o palabras grises, sin acierto. Tan humano, lo uno y lo otro, decirlas, no saber decirlas, escucharlas, no saber oírlas…

Puedo perdonar que te encierres en tu castillo, construidas sus fachadas con libros, apuntaladas sus puertas con ideas soberbias, rodeado de un foso de sapiencia, todo para que en las almenas viva la princesa a quien tú adoras, esa Cultura, sin más ojos, condenadas las ventanas, ciega y limitada.

Una cultura vieja que se alimenta del musgo de sus paredes y bebe agua del foso, hasta que un día se quede sola, sin otro argumento, tan vacía en sí misma. Por no dignarse bajar el llano a recoger cosechas fértiles con las que renovar su savia. Una cultura torpe y mustia, como los poderes transmitidos de generación en generación, sentada, solemne, ante una tetera oxidada donde jamás nadie ha vertido ningún líquido sobre hierba picada.

Ante ella, yo, tan carnal que te pregunta por una marca donde nace tu barba en el momento supremo de la ceremonia iniciática.

Sé que te curaste en mí el aleteo de otras mariposas que nunca rozaste.

De todo esto, lo que no quiero perdonarte, y soy dueña de mis rencores, es que de Literatura ya no vayas a hablarme.

2 comentarios en “Puedo vivir…

  1. Un ratón de biblioteca, esa es la respuesta; Y mientras tanto ahí fuera luce un sol radiante. Me pregunto si este estupendo texto forma parte de algo más grande…

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