Tres millones de habitantes y trece millones de vacas. Eso es lo que sabía de Uruguay cuando inicié el viaje. Poco más, para mi pobre ignorancia.
He encontrado personas del país vecino que definían a Uruguay como otra de las provincias de Argentina; que argumentaban sobre su inviabilidad como país por tener más de un millón de ciudadanos fuera de sus fronteras, por ser pequeño y estar despoblado. También intentan dibujar un feo país unidimensional con la acusación de ser un lugar donde el mundo blanquea capital.
He encontrado bonaerenses enamorados de Mújica, el presidente uruguayo que en la distancia, desde España, admiro.
Su país, dice, tiene sí “poco más de 3 millones de habitantes. Pero hay unos 13 millones de vacas, de las mejores del mundo. Y unos 8 o 10 millones de estupendas ovejas. Mi país es exportador de comida, de lácteos, de carne. Es una penillanura y casi el 90% de su territorio es aprovechable”.
Tienen más. Por mi trabajo he visitado muchos museos, teatros, centros culturales que nos eran mostrados por conocedores de los edificios, su contenido y significado. Los guías han sido diversos y lo han hecho de múltiples maneras, atractivas e interesantes en su misma variedad. Pero nunca me fue contado un edificio como el Teatro Solís. En Montevideo, la capital del Uruguay, jóvenes estudiantes de Historia y Bellas Artes lo cuentan con la amabilidad, confianza y pujanza que para mí simboliza este país. Las salas, escaleras, recibidores, plateas, salones del Teatro son relatadas conforme a las nuevas reformas que han procurado un acceso igualitario y universal al teatro. Cambios no solo en nombres sino en accesos, precios y acondicionamientos para diluir la jerarquía con que estos lugares estaban construidos, en un intento de que sea vivido por y con sus verdaderos dueños: los uruguayos.
El destino de la vida humana ¿es consumir? Acompaño al presidente Mújica en su pregunta al mundo en Río, en el discurso que pronuncia frente a los otros mandatarios. Me siento cerca de un dirigente que nos recuerda a las opulentas sociedades verdades simples, elementales, universales, del ser humano, que
Porque tiene que pagar una cantidad de cosas: la moto, el auto, cuotas y cuotas y cuando se quiere acordar, es un viejo al que se le fue la vida.
Cerca de un presidente que me habla como maestro, como hermano, como amigo:
Que el desarrollo no puede ser en contra de la felicidad.
Tiene que ser a favor de la felicidad humana; del amor a la tierra,
del cuidado a los hijos, junto a los amigos. «Y tener, sí, lo elemental».
Cerca de este país Uruguay, que recorro en sus extensiones de vegetación, lagunas, árboles, playas, por caminos y carreteras limpias e impecables, con millones de ojos de vacas que nos miran, y los muchos ojos de uruguayos con los que me cruzo, en los que me reflejo y me hacen sentir: un poco uruguayo quiero ser, si.
¡Qué hermosas palabras, Leonor! Muchas gracias por hablar así de Uruguay. Los uruguayos muchas veces no nos damos cuenta de lo que tenemos, es lindo que alguien nos lo recuerde. Un abrazo desde Montevideo.
Esto es lo que sucede cuando se viaja «de verdad»… que uno escucha por sus propios oídos y mira con sus propios ojos, de manera que nadie te puede vender una «milonga».